Darwin versus La Biblia

Hasta el siglo XIX en Europa (y aún hoy en muchos lugares del mundo) el origen de la vida era materia de teología, no de biología. Darwin estaba destinado a la iglesia anglicana y se formó en Cambridge, donde buena parte del profesorado era clerical, así como lo era el destino profesional de pacticamente todo el alumnado.

 

 

De hecho, Darwin no es el inventor del evolucionismo, sino de uno de sus mecanismos principales: la selección natural. Durante más de veinte años fue fraguando su teoría, hasta que recibió el manuscrito de A. R. Wallace que la había descubierto paralelamente, con una casuística reducida. A partir  de ese momento Darwin contactó con el que seria su editor perpetuo John Murray. La obra publicada de Darwin y su  presencia intelectual se convirtieron en paradigmáticos, con abundantes defensores y detractores, incluidos los cambios de bando, como el del propio Wallace. Para Darwin, la consecuencia natural de su descubrimiento conducía al agnosticismo, pero no ha sido así en buena parte de sus seguidores hasta hoy en día. El evolucionismo darwiniano ha fluctuado desde  su origen en el enfrentamiento a la Biblia en su sentido literal, hasta su armonización, considerando su relato un símbolo.

 

Con esta exposición nos sumamos al bicentenario del nacimiento de Darwin, contraponiendo dos fondos de nuestra biblioteca. Por una parte las biblias y otros textos derivados, con sus relatos de la creación. Por otra parte, el fondo de ciencias naturales. Al seleccionar los materiales hemos descubierto que la irrupción del evolucionismo fue seguido por los Condes de Peralada desde su origen, por lo que no exponemos materiales posteriores a ellos, para evidenciar este curioso y reciente dato de la cultura científica de los propietarios del Castillo de Peralada en el siglo XIX.